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martes, 24 de julio de 2012

MI CITA Y MI COLUMNA DEL 25 DE JULIO DEL 2012. INOCENCIA.



QUERIDO HIJO...

LA INOCENCIA EN LA TIERRA ES UNA ISLA RODEADA DE TIBURONES  

MEDITA LA REALIDAD QUE TE RODEA Y COMETE, EN LA MEDIDA DE LO POSIBLE, EL MENOR NÚMERO DE ERRORES QUE PUEDAS, PUES LA VIDA TE PUEDE IR EN ELLO…

MEDITO EL DÍA EN QUE PERDÍ DE VISTA DEL TODO AQUELLA ISLA PARADISIACA…

MEDITEMOS.

COLUMNA

Este pasado lunes 23 de julio, serían las 19 horas, en un día donde la luz aún se negaba a morir ahogada en el horizonte y entraba a borbotones en mi habitación para curiosear mis intimidades, estaba frente a mi ordenador, rematando algunos detalles de estilo a una fábula que llevo escribiendo desde hace algún tiempo, cuando, de pronto, escuché unos tibios pasos acercándose hasta mi fortaleza de la tranquilidad, pasos rubricados por el tono inocente de unas voces de niños:

“Sígueme, que los demás…” Logré distinguir antes de asomarme a la ventana que ahíta de tanto tragar calor ese día lo devolvía a arcadas al patio y de éste, saltando una valla, al barranco al que da mi casa por su parte trasera.

Ya colocado en una posición discreta, emulando al leopardo de ciudad que camufla su presencia en la espesa floresta de cemento, para no perturbar el trazo inocente de aquellos dos exploradores uno de unos 9 o diez años y el otro de unos seis, comencé a observar los movimientos de aquellos dos ratones de campo:

“Vamos, vamos…” Dijo el menudo, ataviado de mucha prisa; pero su compañero de aventura no contestó, el permanecía agachado, oculto tras el pequeño muro que separa el patio del barranco y donde un día se plantó una valla para delimitar la frontera entre lo “civilizado” y lo no civilizado.

“¡Pero qué haces!, vamos” Fustigó el menudo al mayor justo cuando éste volvía a emerger de su zambullida ante mis ojos con un objeto en la mano.

“Míra” Dijo sonriente, mostrando el objeto encontrado…

“Deja eso y vamos que los demás…” Al ratoncito pequeño solo le importaba marcharse porque otros miembros de aquella expedición reclamaban, con pesadez, su presencia y la de su amigo.

“Es una hojilla de afeitar” la levantó aún más…

Llegados a este punto algún lector pensará:

"""¡Y como coño llegó la jodida hojilla de afeitar a ese punto! Pues el objeto en sí no tiene patas"""

Pues a esto solo puedo añadir que el que vive en comunidad muchas veces tiene que aguantar las anónimas aportaciones al medio incivilizado (barranco en este caso) de algún vecino que, el pobre o la pobre, no tiene ni para cubos de basura y entiende que la mejor manera de deshacerse de ella es lanzándola a su suerte por la ventana… Pero no ahondemos más en este punto porque si no nos desviamos de lo que ahora nos ocupa…

“Tira eso y vámonos” Alentó una vez más el ratón pequeño, pero el otro niño movido por una inocencia inherente a su edad, en vez de tirar la puñetera hojilla de afeitar, dijo que servía para afeitarse y seguido quiso afeitarse una de sus piernas…

¡Ay, y sus padres tan tranquilos!

“¡CHACHO (Expresión canaria de muchacho), QUÉ VAS HA HACER! TIRA ESO” Sonó firme el rugido salvador del leopardo, mi rugido, mi voz… Potente exhalación que alertó a mi familia que corrió a mi encuentro y potente exhalación que paró de golpe la mano de la INOCENCIA en estado puro…

“¡Qué!” Como niño que era reaccionó revolviéndose en su naturaleza…

“Qué tires eso… No ves que te puedes cortar y pillar una infección… Anda tíralo” Mordí su titubeo de forma rápida, con firmeza…

El titubeo, INOCENTE, pues no vi malicia, sino más bien un poco de rebeldía inherente a su edad, se alargó, en beneficio de su intención, y concluyó con la iniciación de la maniobra anteriormente abortada por mí rugido…

“PERO NO SEAS LOCO Y TIRA ESO DE UNA VEZ” Esta vez mí tono traspasó las fronteras y llegó con fuerza hasta el resto del grupo que ajenos a lo que pasaba miraban de manera perdida hacia mi posición…

Sí, tiró la hojilla, tranquilícense, sus padres pueden estar tranquilos, pero como aspirante a adolescente se marchó refunfuñando, junto con sus compañeros de correría, no queriendo aceptar que un leopardo le había salvado de un peligro mayor, incluso puede que la vida…

Después de esta experiencia vital, tan real como la vida misma, mantuve una charla distendida con mi esposa e hijo acerca de lo acontecido, durante un cierto tiempo y seguido me puse frente a mi ordenador para volver a conectar con el personaje de mi fábula, aquella a la que estaba rematando algunos detalles de estilo, pero no pude porque mis recuerdos de infancia, mis meteduras de pata, por INOCENCIA, de las cuales salí indemne (algún día les contaré como casi me mato, haciendo carreras urbanas, “Parkour” como le dicen hoy, clavándome dos hierros de obra en mi abdomen), me hicieron ver cuán afortunado soy de estar hoy poniendo por escrito esta cita y este texto…

(Alejandro Dieppa León, cita y texto de mi serie MEDITANDO EN UN TEMPLO SHAOLIN)

Alejandro Dieppa León.

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